5 de junio de 2013

El negro sabe saltar, embocar, planchar y abrir la puerta para ir a jugar.

Cuando Lucas vió que lo cambiaban por Súper Piju en el armado de los equipo puso una cara que casi me quiebro. Se acercó a nosotros como vaca al matadero. Desorientados y ofendidos lo esperábamos, el Uruguayo, Dumey y yo. Del otro lado de la cancha, Mauro, Matías y el Negro se abrazaban y daban vítores.

Personalmente me gusta jugar con Lucas, salirme de la rutina. Es un jugador irreverente, barroso, triplero y amante de las gestas deportivas heróicas.

El partido fue parejo, pero en los últimos 15' minutos nos pasaron por arriba. Ganamos de a momentos, logramos imponernos a veces, pero el peso específico de cada equipo terminó sepultando la ilusión.

Súper Piju juega al basket y eso para cualquiera de los otros 7 que estábamos en el playón ya era argumento suficiente para decorarnos la cara.

Pero no lo ganó Piju el partido, si fue decisivo, clave, pero no lo ganó el. Para mi la diferencia la hizo el Negro. Si es que era el Negro eso que jugó a noche, esa ráfaga oscura, esa intensidad, ese cirujano, ese basurero que levantaba todo lo que daba vueltas por la llave y lo metía en el canasto.

Pero ¿por qué? ¿qué cambio? ¿que artilugio de las ciencias olvidadas modificó a ese ser con corazón de pollo en un asesino a sangre fría?

Y el por que a todas estas incógnitas nos devuelve a las tierras del sindicalista, del activista de la CGT, Piju.

Piju lo inventó al Negro, o lo re inventó. Como un Dios jugando con arcilla, en este caso con un poco de barro, le dio vida al que solíamos conocer como Ezequiel, nombre bíblico si los hay.

¿Cómo lo hizo? No solo con un soplido. Le habló, se la pasó, lo retó, lo arengo, se la hizo rebotar, lo uso de amigo, compañero, novia, estorbo y muchas cosas más. Donde muchos otros podrían haberse sentido inhibidos por el estilo expansivo de Piju, lejos de eso el negro cobro luz y explotó.

Están los que ante la mínima exigencia desaparecen, o ante el reclamo se victimizan, o frente el premio se intimidan. El Negro no. El brilló azabache, como niña en fiesta de quince. No se achicó ante el látigo del capataz, si no que lo agarró en el aire y lo hizo suyo.

En tu honor amigo de color, este brindis.