29 de junio, 2011

David y Goliat.

Me estaba por tomar el tren para ir al basket directo del trabajo. Preocupado, pensando en cual sería la mejor manera de equiparar nuestras fuerzas gorilas con el tremendo poderío que iban a tirar a la cancha esa noche los Locales.

Locales:
Enrico
Mauro
Luqui
Mati Suffritti
Mati Serrano
Josecito

Gorilas:
Esteban
Javi
Gonchi
Mario
Dumey

Nos superaban ampliamente en poder de tiro. De los 6 jugadores de ellos, al menos 4 pasaban el 60% de efectividad en tiros al aro, de dos y de tres. Dentro de nuestra formación ninguno superaba el 20%. Ellos con banco de suplentes, y con un promedio de edad notablemente más bajo que el nuestra. Un imposible. Debíamos ser solidarios, estar concentrados al 100% y dar hasta lo último del minuto 0 hasta el final. Mientras pensaba en esto, recibí un llamado que me dejó intranquilo, si de solidaridad hablamos.

Esteban: Hola
Dumey: ¿me llevas Shampoo?
Esteban: Uy, me olvidé el shampoo y el jabón.
Dumey: Sos un boludo, ¿y ahora que voy a hacer?
Esteban: No se... ¿En tu casa no tenés?
Dumey: Arreglame este quilombo, comprá Shampoo y jabón en algún kiosco... TUUUUUUUU

Si había pensado en solidaridad, este llamado no era el mejor augurio.

Llegué a la cancha sobre la hora, Los locales reían y tiraban al aro. Javi luchaba con una pechera de prensa de River, que trasmitía una pobreza tristísima, El Gonchi se ponía un tercer buzo, El Dumey les comentaba a todos que estaba vestido de policía, haciendo alusión a su camiseta de manga larga azul debajo de la remera blanca. Mario jugaba con el teléfono en el vestuario.

Era la hora del partido.

Nos hicimos un racimo, los gorilas, en nuestra cancha, todos abrazados, las caras bien cerca, sentíamos nuestros alientos. No teníamos a nuestras estrellas, Nacho V. y el Pollo, ni hablar Jorge que hace siglos no viene. Nos juramos dar todo, no dejarlos entrar a nuestra llave, tirar de cualquier lado, y concentración total. Depositamos todas nuestras esperanzas, en la altura del Dumey, la defensa de Mario, el juego asociado entre el uruguayo y yo, y la magia del Gonchi.

EL Dumey fue a saltar con Lucas, le ganó la bola a un especialista y empezamos el partido con el pie derecho. Metimos muchas, ellos eran puro nervio y pelea. Llegamos a llevar una buena diferencia de puntos. Mario un titán, el Uruguayo los dribleaba a todos, el Dumey ganando en los dos aros, el Gonchi, metiendo físico a lo loco. Así paso la primera mitad del partido.

El Dumey pidió tiempo, y me confesó que no estaba cansado, estaba enfriando el partido por que los locales se nos están viniendo encima. Gravísimo error, nos desmoronamos, no relajamos, nos perdimos.

Los locales hablaron entre ellos, ordenaron marcas, y empezaron el juego que mejor conocen. El del individualismo. Lucas, en su mejor partido hasta ahora, tiro una bandeja, que si bien no entró, fue un mensaje para nosotros, de que algo había cambiado, de que no se iban a dejar ganar por un equipo claramente inferior a ellos. Mauro, empezó a mover la bola. Mati Suffritti a ensuciar el juego, Mati Serrano, que no fue el que recordabamos, pero que hizo su parte y Enrico que esta varios escalones por arriba de todos los jugadores de la cancha, tirando de afuera, abajo del aro, robando, agarrando los rebotes. El mejor ejemplo fue cuando le saco una bola al gonchi de las manos y lo dejo como las estatuas de las fuente de las plazas, le faltaba escupir por la boca, o tirar un chorrito de pis.

Después lo tenían a Josecito, que es una pelota de energía, revolea manotazos a diestra y siniestra y mete miedo. El día que se tranquilice va a ser un jugador intratable.

Por suerte llego el Gallo, con su sonrisa y su cardigan estirado tiró a los locales para atrás. El gonchi salió de la cancha con sangre y terminó el partido con una diferencia de 6 a favor de los locales.

Cuando volvíamos caminando con Matías, pensaba en todo esto, nos despedimos y me fui para la Castrense. Estaba confundido, un poco atormentado por la historia que contó el Tresqui. Mientras pensaba en los Senegaleses, en el partido, en los problemas del Dumey, decidí ir a rezar un poco.

De rodillas, con la cabeza gacha, interrumpió mi rezo una mando pesada, una mano trabajadora sobre mi hombro, una mano negra. Un cura de color, de origen uruguayo, que me miraba directo a los ojos y me alcanzó a decir.

“Hermano, vos no tenés que estar triste, ellos vienen a tí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero vos vas a ellos con el nombre de Dios de los ejércitos, el Dios de las líneas de batalla de Israel, a quien tú has desafiado con escarnio”

01 de Junio, 2011